C. Herlin Docteur en médecine, PhD, HDR , S. Gandolfi (Docteur en médecine) , B. Chaput Docteur en médecine, PhD, HDR
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La palabra «cicatriz» proviene del latín cicatrix (apósito) y el término inglés scar proviene del griego eskhara (costra). La cicatriz se define como una marca desprovista de estrías y de anexos cutáneos. Toda efracción completa de la dermis tiene como consecuencia la formación de una cicatriz. Las cicatrices presentes en las partes expuestas del cuerpo (cara y manos) tienen una connotación social negativa cuya repercusión psicológica es difícil de predecir y de tratar. Esta marca es, en el mejor de los casos, no visible y está bien integrada sobre la piel, pero con frecuencia presenta un cierto grado de distrofia (engrosada o deprimida) o de discromía (demasiado blanca, pigmentada o con un eritema residual que señala una actividad inflamatoria residual). La cicatrización, bajo influencia local u metabólica, generará principalmente fenómenos inflamatorios. Depende de la profundidad de la herida, de los tejidos expuestos, de la calidad de la piel adyacente y del volumen global de la pérdida de sustancia. Una cicatriz puede ser patológica por hiperplasia tisular (hipertrófica o queloidea) o considerarse como defectuosa por mala realización o debido a un defecto de maduración del tejido cicatricial. Este artículo trata sobre la cicatrización fisiológica y sus anomalías en sentido amplio, detallando las modalidades actuales de tratamiento.