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Si bien es cierto que su difusión internacional como poeta tendría lugar con la concesión del Premio Casa de Las Américas en 1978, justamente por el poemario inmediatamente posterior a Raíces, el famoso Sobrevivo, no lo es menos que, en este previo, Claribel Alegría adensa su estilo y conforma de modo genuino la personalidad simbólica y temática que la convertirá en voz esencial de la lírica centroamericana del XX, algo que ya había prefigurado su poemario iniciático Acuario en 1955, y que los poemarios de los años sesenta materializaron, con títulos como Huésped de mi tiempo (1961), Vía única (1965) y Aprendizaje (1970).1 No es extraño, por ello, que el propio Benedetti, en el prólogo a la edición antedicha señalase que el poemario Raíces «tal vez esté destinado a ser el más coherente, el más armonioso, ya que se trata de una sola y nutricia parábola, y esta lo recorre y le otorga unidad».2 Así pues, el incierto futuro personal que parece acechar a su autora se dispone a comienzos de la década de los setenta a transformarse esencialmente en aquello mismo que fue objeto de búsqueda y ahora comienza a ser revelación de identidad. Lo observamos con clarividencia en uno de los textos más emblemáticos de la colección, el titulado precisamente «Soy raíz», donde se advierte con transparencia el veredicto benedettiano referido a la «sola y nutricia parábola» que recorre el libro: una parábola de naturaleza vegetal y de entraña ecológica, si","PeriodicalId":368140,"journal":{"name":"Poetas hispanoamericanas contemporáneas","volume":"5 1","pages":"0"},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2021-07-05","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":"{\"title\":\"Claribel Alegría, la poética enraizada de una «fundadora»\",\"authors\":\"Vicente Cervera Salinas\",\"doi\":\"10.1515/9783110736274-006\",\"DOIUrl\":null,\"url\":null,\"abstract\":\"Los textos que configuran el poemario Raíces fueron escritos entre 1973 y 1975 por la escritora nicaragüense-salvadoreña Claribel Alegría (1924–2018) en la localidad mallorquina de Deiá, aunque tuvieron que esperar a ser publicados por primera vez de manera completa en la antología preparada en 1981 por Mario Benedetti, Suma y sigue, editada en España por Visor. 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Si bien es cierto que su difusión internacional como poeta tendría lugar con la concesión del Premio Casa de Las Américas en 1978, justamente por el poemario inmediatamente posterior a Raíces, el famoso Sobrevivo, no lo es menos que, en este previo, Claribel Alegría adensa su estilo y conforma de modo genuino la personalidad simbólica y temática que la convertirá en voz esencial de la lírica centroamericana del XX, algo que ya había prefigurado su poemario iniciático Acuario en 1955, y que los poemarios de los años sesenta materializaron, con títulos como Huésped de mi tiempo (1961), Vía única (1965) y Aprendizaje (1970).1 No es extraño, por ello, que el propio Benedetti, en el prólogo a la edición antedicha señalase que el poemario Raíces «tal vez esté destinado a ser el más coherente, el más armonioso, ya que se trata de una sola y nutricia parábola, y esta lo recorre y le otorga unidad».2 Así pues, el incierto futuro personal que parece acechar a su autora se dispone a comienzos de la década de los setenta a transformarse esencialmente en aquello mismo que fue objeto de búsqueda y ahora comienza a ser revelación de identidad. 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Claribel Alegría, la poética enraizada de una «fundadora»
Los textos que configuran el poemario Raíces fueron escritos entre 1973 y 1975 por la escritora nicaragüense-salvadoreña Claribel Alegría (1924–2018) en la localidad mallorquina de Deiá, aunque tuvieron que esperar a ser publicados por primera vez de manera completa en la antología preparada en 1981 por Mario Benedetti, Suma y sigue, editada en España por Visor. Cabría reconocer que los poemas de este libro fecundo y esencial en la obra completa de Alegría responden a un proceso creativo particular, mediante el cual el sujeto lírico del libro toma posesión de una realidad de carácter ontológico. Si bien es cierto que su difusión internacional como poeta tendría lugar con la concesión del Premio Casa de Las Américas en 1978, justamente por el poemario inmediatamente posterior a Raíces, el famoso Sobrevivo, no lo es menos que, en este previo, Claribel Alegría adensa su estilo y conforma de modo genuino la personalidad simbólica y temática que la convertirá en voz esencial de la lírica centroamericana del XX, algo que ya había prefigurado su poemario iniciático Acuario en 1955, y que los poemarios de los años sesenta materializaron, con títulos como Huésped de mi tiempo (1961), Vía única (1965) y Aprendizaje (1970).1 No es extraño, por ello, que el propio Benedetti, en el prólogo a la edición antedicha señalase que el poemario Raíces «tal vez esté destinado a ser el más coherente, el más armonioso, ya que se trata de una sola y nutricia parábola, y esta lo recorre y le otorga unidad».2 Así pues, el incierto futuro personal que parece acechar a su autora se dispone a comienzos de la década de los setenta a transformarse esencialmente en aquello mismo que fue objeto de búsqueda y ahora comienza a ser revelación de identidad. Lo observamos con clarividencia en uno de los textos más emblemáticos de la colección, el titulado precisamente «Soy raíz», donde se advierte con transparencia el veredicto benedettiano referido a la «sola y nutricia parábola» que recorre el libro: una parábola de naturaleza vegetal y de entraña ecológica, si