{"title":"La relación entre palabra y desierto en la semántica bíblica y en la vocación salvífica de la tradición judeocristiana","authors":"Waldecir Gonzaga, Luiz Henrique Lucas Barbosa","doi":"10.18566/cueteo.v50n113.a02","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"Este artículo analiza la relación umbilical entre dos términos importantes para la exégesis bíblica y la tradición teológico-espiritual judeocristiana: palabra y desierto. En hebreo encuentran un sentido espiritual aún mayor, dado que el dābār tiene una gran similitude semántica con midbār. Más que traer toda la riqueza de la historia bíblica que se ha pasado en el desierto, se pretende demostrar que este es un lugar privilegiado de escucha de la palabra. En el desierto hay historias de amor que sólo podrían ser escritas por el corazón de Dios. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento están impregnados por esas historias. Algunas de ellas son recordadas aquí y esperamos contribuir a relativizar la visión negativa de lo que es el desierto. Por lo tanto, el artículo busca analizar la íntima relación entre los términos palabra y desierto, ya sea en la asonancia semántica o en el tema de la espiritualidad, que une a los dos términos. El desierto no es sólo un lugar de aridez y soledad, por sus problemas climáticos, sino que es sobre todo para la escucha de la Palabra de YHWH, precisamente porque es un lugar sobrio y duro a la vez, al que Dios conduce a su pueblo para hablar a su corazón (Oseas 2,16). Esta realidad se atestigua a lo largo de las Sagradas Escrituras, impregnando los diversos corpora bíblicos, como el Pentateuco, los Profetas y los Evangelios. Así como Israel tuvo su experiencia de ser conducido al desierto para oír y discernir la voz de Dios, también la tuvo Juan el Bautista, el precursor del Mesías; Jesucristo mismo, para entrar en mayor intimidad con el Padre y vencer las tentaciones (Mc 1,12-13 Mt 4,1-11; Lc 4,1-13), escuchando la voz que clama en el desierto (Mc 1,3; Is 40,3), porque en ella Dios habla con cariño a su pueblo y les da su palabra.","PeriodicalId":32990,"journal":{"name":"Cuestiones Teologicas","volume":" ","pages":""},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2023-01-01","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"Cuestiones Teologicas","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.18566/cueteo.v50n113.a02","RegionNum":0,"RegionCategory":null,"ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"Q4","JCRName":"Arts and Humanities","Score":null,"Total":0}
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Abstract
Este artículo analiza la relación umbilical entre dos términos importantes para la exégesis bíblica y la tradición teológico-espiritual judeocristiana: palabra y desierto. En hebreo encuentran un sentido espiritual aún mayor, dado que el dābār tiene una gran similitude semántica con midbār. Más que traer toda la riqueza de la historia bíblica que se ha pasado en el desierto, se pretende demostrar que este es un lugar privilegiado de escucha de la palabra. En el desierto hay historias de amor que sólo podrían ser escritas por el corazón de Dios. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento están impregnados por esas historias. Algunas de ellas son recordadas aquí y esperamos contribuir a relativizar la visión negativa de lo que es el desierto. Por lo tanto, el artículo busca analizar la íntima relación entre los términos palabra y desierto, ya sea en la asonancia semántica o en el tema de la espiritualidad, que une a los dos términos. El desierto no es sólo un lugar de aridez y soledad, por sus problemas climáticos, sino que es sobre todo para la escucha de la Palabra de YHWH, precisamente porque es un lugar sobrio y duro a la vez, al que Dios conduce a su pueblo para hablar a su corazón (Oseas 2,16). Esta realidad se atestigua a lo largo de las Sagradas Escrituras, impregnando los diversos corpora bíblicos, como el Pentateuco, los Profetas y los Evangelios. Así como Israel tuvo su experiencia de ser conducido al desierto para oír y discernir la voz de Dios, también la tuvo Juan el Bautista, el precursor del Mesías; Jesucristo mismo, para entrar en mayor intimidad con el Padre y vencer las tentaciones (Mc 1,12-13 Mt 4,1-11; Lc 4,1-13), escuchando la voz que clama en el desierto (Mc 1,3; Is 40,3), porque en ella Dios habla con cariño a su pueblo y les da su palabra.