Karine Lefebvre, Antoine Dorison, P. U. Urquijo Torres
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Abstract
En el siglo dieciséis, la conquista española se extendió rápidamente hacia lo que hoy se conoce como el occidente de México. A partir de 1522, el reino tarasco sucumbió frente a los españoles y con ello iniciaron su proyecto de colonización y expansión territorial. Desde las primeras décadas, los españoles moldearon las actividades cotidianas para asegurar el control sobre las poblaciones indígenas, incluyendo la evangelización y promoviendo la explotación económica de los nuevos territorios.
Uno de los primeros pasos fue reorganizar el patrón de asentamiento de las poblaciones tarascas. En vísperas de la Conquista, los tarascos habitaban en pequeñas aldeas situadas en las cumbres y laderas de las montañas. Los españoles modificaron el patrón de asentamiento a través de dos medidas principales: en primer lugar, el desplazamiento de los antiguos asentamientos (pueblos viejos) a los valles o llanuras cercanas, con el fin de evitar que los sitios se convirtieran en fortalezas; en segundo lugar, los españoles reagruparon a la población en centros más grandes, conocidos como congregaciones.
Más allá de la distribución espacial de los lugares, esta transformación afectó por completo la configuración del espacio y repercutió en la relación existente entre los pobladores y el paisaje y con ello en la geografía sagrada. A partir del ejemplo de la localización de dos pueblos en el norte del estado de Michoacán—el sitio prehispánico Mich. 68-El Caracol y el pueblo colonial Mich. 415-Las Iglesias, descubiertos gracias a la obtención de imágenes LiDAR del Proyecto Arqueológico Uacúsecha—discutiremos las características de la distribución espacial antes y después de la Conquista y sus implicaciones en la relación existente entre la sociedad, el paisaje y la cosmovisión de la población.