M. Butin (Professeur des Universités, praticien hospitalier)
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Abstract
El recién nacido se caracteriza por presentar un sistema inmunitario inmaduro y una gran vulnerabilidad frente a las infecciones bacterianas y micóticas. Esta fragilidad es mayor en el prematuro en cuidados intensivos neonatales. Existen diferentes marcos nosológicos. Las infecciones bacterianas precoces se suelen transmitir de la madre al recién nacido y se manifiestan antes de las 72 horas de vida. En ellas, están implicados principalmente el estreptococo B y Escherichia coli, y pueden complicarse con meningitis. A diferencia de las infecciones precoces, las infecciones tardías aparecen a partir de las 72 horas de vida. Pueden ser comunitarias y parecerse entonces a las infecciones precoces en cuanto al cuadro clínico y las bacterias implicadas. Pueden también ser nosocomiales, en los recién nacidos hospitalizados en cuidados intensivos neonatales, en particular en los grandes prematuros portadores de un catéter venoso central. En este caso, los estafilococos coagulasa-negativos son las bacterias más frecuentemente detectadas. Por último, se observan también infecciones fúngicas provocadas principalmente por Candida, en el período neonatal, que pueden ser superficiales o invasivas, en este último caso, con una elevada tasa de mortalidad y un riesgo de afectación multisistémica. El conjunto de las infecciones comporta un riesgo vital y puede exponer al recién nacido a complicaciones a largo plazo. Por lo tanto, la prevención de estas infecciones es fundamental y requiere una profilaxis antibiótica en el parto en el caso de las infecciones precoces, medidas de higiene y descontaminación del entorno para las infecciones nosocomiales y el uso razonado de antibióticos, especialmente de amplio espectro, para las infecciones fúngicas.