{"title":"Entrevista a Nora Strejilevich: Siguiendo la pista de un exilio perpetuo","authors":"Mariela Avila","doi":"10.1353/cnf.2023.a911288","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"Entrevista a Nora Strejilevich:Siguiendo la pista de un exilio perpetuo Mariela Avila Antes que nada, queremos agradecerte la oportunidad de entablar este diálogo y de acompañarnos en este camino de reflexión y comprensión del problema del exilio. Mariela Avila [MA]: Tal como narrás en tu libro publicado en 2019, Un día, allá por el fin del mundo, tu salida de la Argentina, luego de estar secuestrada en el Club Atlético, fue hacia Israel. En ese primer momento hablás de sentirte en el limbo, y lo graficás con la figura del estallido de tus cimientos. Esa sensación parece repetirse en varios relatos de exiliadas y exiliados y casi siempre desde una perspectiva intelectual. Y si bien en tu caso eso está presente, también se encuentra una relación muy profunda con lo sensorial, a un nivel casi epidérmico. En ese sentido, y a partir de la categoría del desarraigo/desgarro del exilio ¿qué vínculo se podría trazar entre las primeras experiencias de la expulsión y ese primer sentir desde el cuerpo que aún no ha sido racionalizado? Nora Strejilevich [NS]: Guardo una foto, que sacó mi padre, de mi partida del aeropuerto de Ezeiza. Estoy subiendo las escaleras del avión con un abrigo en la mano. Voy a Israel, donde en julio hace calor, y ese brazo que carga el típico sobre todo del invierno argentino, el gamulán, me parece una revelación gestual de la experiencia de la expulsión. Lo que esa joven vivió y fue hasta ese momento lo lleva consigo pero ya no puesto: lo sostiene y la sostiene en el umbral de la separación, no como anticipo del desarraigo/desgarro sino como un paso más en ese proceso de desgarro/desarraigo que abriera el centro clandestino con la mutilación del cuerpo y la existencia. Ella no quiere dejar atrás nada pero tiene que hacerlo y eso que la acompaña es la última hilacha a la que se aferra mientras se dirige, sin mirar atrás y ensimismada, a su asiento, al lugar que le tiene destinado ese vuelo a lo Otro de su mundo. La descripción de esa partida en Una sola muerte numerosa dice: \"Desde la ventanilla del avión Argentina es un perímetro, un punto entre las nubes, un territorio que imagino\". El primer sentir de esa que fui —que imagino porque me cuesta o me duele recordarlo— es ese impulso de cobijarse de la intemperie con eso que ya no le sirve más que como amuleto. Y una vez sentada junto a la ventanilla ve cómo se esfuma su vida tal como la vivió a lo largo de 25 años, cómo se vuelven —ella y su pasado, su universo, su lengua— un perímetro, un punto entre las nubes. Ese es el primer sentir de la expulsión en mi experiencia, el resto es una infinita variación de lo mismo. [End Page 191] El exilio es un estado de ser donde, al decir de Tomás Eloy Martínez, el sujeto muta. Una vez que salta al vacío su vida se trastoca y, sumado a la experiencia concentracionaria, genera un perpetuo no estar. Partir es parto con fórceps, es decir, al mismo tiempo traumático y salvador. Quien padece la expulsión refuerza el vínculo con el lado menos oscuro del lugar de origen (la nostalgia por la lengua, la cultura, la familia, los amigos). De modo que los exiliados padecemos —parafraseando a Tomás Eloy Martínez, la incomodidad del perpetuo volver y marcharse que nos desordena las vidas. Por eso dice: \"El tiempo del exiliado se va en juntar los pedazos dispersos de su ser. (El suyo) es un mundo irreal que se parece a la ficción por más de un motivo: porque nace, como las ficciones, del descontento con la realidad y de la necesidad por construir «una otra parte» donde todo lo perdido podrá tener cabida\" (Réquiem por un país perdido, 2003: 82). Esto es, justamente, lo que le...","PeriodicalId":41998,"journal":{"name":"CONFLUENCIA-REVISTA HISPANICA DE CULTURA Y LITERATURA","volume":"477 1","pages":"0"},"PeriodicalIF":0.2000,"publicationDate":"2023-03-01","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"CONFLUENCIA-REVISTA HISPANICA DE CULTURA Y LITERATURA","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.1353/cnf.2023.a911288","RegionNum":4,"RegionCategory":"文学","ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"0","JCRName":"LITERARY THEORY & CRITICISM","Score":null,"Total":0}
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Abstract
Entrevista a Nora Strejilevich:Siguiendo la pista de un exilio perpetuo Mariela Avila Antes que nada, queremos agradecerte la oportunidad de entablar este diálogo y de acompañarnos en este camino de reflexión y comprensión del problema del exilio. Mariela Avila [MA]: Tal como narrás en tu libro publicado en 2019, Un día, allá por el fin del mundo, tu salida de la Argentina, luego de estar secuestrada en el Club Atlético, fue hacia Israel. En ese primer momento hablás de sentirte en el limbo, y lo graficás con la figura del estallido de tus cimientos. Esa sensación parece repetirse en varios relatos de exiliadas y exiliados y casi siempre desde una perspectiva intelectual. Y si bien en tu caso eso está presente, también se encuentra una relación muy profunda con lo sensorial, a un nivel casi epidérmico. En ese sentido, y a partir de la categoría del desarraigo/desgarro del exilio ¿qué vínculo se podría trazar entre las primeras experiencias de la expulsión y ese primer sentir desde el cuerpo que aún no ha sido racionalizado? Nora Strejilevich [NS]: Guardo una foto, que sacó mi padre, de mi partida del aeropuerto de Ezeiza. Estoy subiendo las escaleras del avión con un abrigo en la mano. Voy a Israel, donde en julio hace calor, y ese brazo que carga el típico sobre todo del invierno argentino, el gamulán, me parece una revelación gestual de la experiencia de la expulsión. Lo que esa joven vivió y fue hasta ese momento lo lleva consigo pero ya no puesto: lo sostiene y la sostiene en el umbral de la separación, no como anticipo del desarraigo/desgarro sino como un paso más en ese proceso de desgarro/desarraigo que abriera el centro clandestino con la mutilación del cuerpo y la existencia. Ella no quiere dejar atrás nada pero tiene que hacerlo y eso que la acompaña es la última hilacha a la que se aferra mientras se dirige, sin mirar atrás y ensimismada, a su asiento, al lugar que le tiene destinado ese vuelo a lo Otro de su mundo. La descripción de esa partida en Una sola muerte numerosa dice: "Desde la ventanilla del avión Argentina es un perímetro, un punto entre las nubes, un territorio que imagino". El primer sentir de esa que fui —que imagino porque me cuesta o me duele recordarlo— es ese impulso de cobijarse de la intemperie con eso que ya no le sirve más que como amuleto. Y una vez sentada junto a la ventanilla ve cómo se esfuma su vida tal como la vivió a lo largo de 25 años, cómo se vuelven —ella y su pasado, su universo, su lengua— un perímetro, un punto entre las nubes. Ese es el primer sentir de la expulsión en mi experiencia, el resto es una infinita variación de lo mismo. [End Page 191] El exilio es un estado de ser donde, al decir de Tomás Eloy Martínez, el sujeto muta. Una vez que salta al vacío su vida se trastoca y, sumado a la experiencia concentracionaria, genera un perpetuo no estar. Partir es parto con fórceps, es decir, al mismo tiempo traumático y salvador. Quien padece la expulsión refuerza el vínculo con el lado menos oscuro del lugar de origen (la nostalgia por la lengua, la cultura, la familia, los amigos). De modo que los exiliados padecemos —parafraseando a Tomás Eloy Martínez, la incomodidad del perpetuo volver y marcharse que nos desordena las vidas. Por eso dice: "El tiempo del exiliado se va en juntar los pedazos dispersos de su ser. (El suyo) es un mundo irreal que se parece a la ficción por más de un motivo: porque nace, como las ficciones, del descontento con la realidad y de la necesidad por construir «una otra parte» donde todo lo perdido podrá tener cabida" (Réquiem por un país perdido, 2003: 82). Esto es, justamente, lo que le...