Indibil SOLANS IBAÑEZ, Jordi Sardá Ferran, Mikel BURGUI MORENO
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Abstract
Todas las ciudades establecen una relación sáprofita con su río. Primero es vía de navegación y defensa, después un vado posible, que la construcción del primer puente –de piedra- confirma como nexo entre riberas y obligado cruce de caminos. El río es garantía de agua limpia y alcantarilla, de huerta feraz y de energía. Sólo algunas veces el agua toma la palabra y pretende recuperar derechos primigenios. Pero la ciudad siempre gana. El caso de Zaragoza y el Ebro es un perfecto paradigma. Esta comunicación parte de un programa de estudio y un taller de proyectos sobre toda la Cuenca del Ebro, entendida como un territorio, donde las condiciones de la historia han establecido gran diversidad de fueros y lenguas generando una cultura riquísima. Los cursos y el taller, a la manera del viaje por el Danubio de Claudio Magris, reflexionan sobre las distintas vocaciones de las tierras y del agua. Pero siempre siendo conscientes de la centralidad de Zaragoza y de su mesura o desmesura urbana; en fin de la condición de la ciudad como dueña absoluta del río. Los regadíos, canales y huertas, las centrales nucleares o térmicas, la industria y población acumuladas, en toda la Cuenca parecen confirmar que todo trabaja para Zaragoza, incluso el Ebro Compararemos los sistemas de ciudades de Aragón con los de la Cuenca entera y comprobaremos que la especial posición en el centro del inmenso llano, aprovechando la presencia del pequeño Huerva como primer límite, ha permitido a Zaragoza crecer sin límites, incorporando a su cuerpo el propio río. Una mirada minuciosa a la cartografía histórica ha permitido confirmar que, a través de encuentros y desencuentros, la ciudad siempre salda a su favor. Murallas, templos, ferrocarril, estación, eventos, cambios de escala, todo tiene que ver con la relación saprofita con el río. Efectivamente el río es la ciudad, y viceversa