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Abstract
Es probable que bajo el impacto inminente del nazismo, la teoría de la agresión en el Freud tardío, como se presenta en El Malestar en la Cultura (1930), haya abandonado al autocastigo la totalidad de la culpa, y se haya así retractado de su punto de vista de que el amor opera en el superyó como remordimiento y restitución. Esta modificación, no obstante, descarta esencialmente la disposición a tratar a las víctimas del abuso, de la violencia y del terror. Este artículo propone un paradigma que cambie la teoría tardía del instinto de Freud, en una teoría de la deshumanización mediante la recuperación de los componentes relacionales y reparadores de la culpa. Este replanteamiento tiene implicaciones importantes en la posición tomada con respecto al papel que desempeñan el testimonio y el imperativo moral en la recuperación de la experiencia deshumanizante, que la teoría psicoanalítica ortodoxa esencialmente había pasado por alto. Se propone que el tratamiento de la víctima, como lo ilustran los ejemplos de casos, reformule la culpa y la considere inspirada en el instinto de vida, para revivir la humanidad de las víctimas a través del testimonio y el reconocimiento analítico. En efecto, a menos que las violaciones de la humanidad sean confrontadas por un testigo, el instinto de vida permanece simplemente en la retórica, si no contradictorio, dejando crecer invisible el instinto de muerte y, por lo tanto, sin oposición. Una doble formulación de la culpa puede ser mejor para abordar y corregir los desórdenes de la deshumanización, según los cuales la "culpabilidad de muerte" (bajo el dominio de la agresión) significa la culpa ortodoxa e irrevocable de la autodeterminación, el reproche por lo malo que pudimos haber hecho, y la 'culpabilidad de vida' (bajo la influencia de un imperativo moral) significa que la culpabilidad es redimible por el bien que todavía tenemos que hacer.