维多利亚·奥坎波

Judith Podlubne
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Aun cuando el proyecto del libro debió resultarle atractivo —las fotos se publicarían precedidas por la reproducción de la firma y de un texto autobiográfico de cada uno de los escritores invitados— Ocampo, que para ese momento superaba ya los ochenta años, se mantuvo inflexible en su resolución de no integrar la antología. “[…] no creo ser [mal educada] al decirle que por nada de este mundo me dejaría fotografiar.” “Persiste mi repugnancia a dejarme fotografiar”, le escribía a Sara Facio, mientras con humor le sugería que, en lugar de su imagen, utilizaran la de un busto que le había hecho un escultor alemán, especialista en animales.[1] Para excusarse de esa negativa y sobre todo para que Facio no creyera que se trataba de una decisión arbitraria y circunstancial, tomada simplemente en su contra, solía mencionarle los nombres de muchos otros fotógrafos muy conocidos a los que se había negado antes. “Hoy detesto que me fotografíen. Veo una cámara apuntándome y me dan ganas de pegar. […] Te juro que me revienta que quieran fotografiarme. Mirá mis fotos anteriores y ¡abstenete!”.[2] La situación la irritaba sobremanera. Su cólera era la respuesta espontánea a un requerimiento que amenazaba resentir las intenciones y propósitos que habían impulsado su carrera literaria desde el comienzo. Como Florentina Ituarte, la hermana de su bisabuela que al envejecer mandó a descolgar todos los espejos de su casa, Ocampo quería preservar la imagen que había tenido hasta determinada edad. Sabía desde la desaparición de Steerforth, el amigo de David Cooperfield, que lo que la muerte tiene de “más devastador es que comienza antes de llegar, en plena vida”.[3] Fiel a la creencia de los autobiógrafos tradicionales, confiaba en las posibilidades retóricas y gráficas de conjurar sus efectos, dejando establecido cómo se la debería recordar en adelante.","PeriodicalId":33747,"journal":{"name":"Politicas de la Memoria","volume":" ","pages":""},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2017-12-31","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":"{\"title\":\"Victoria Ocampo\",\"authors\":\"Judith Podlubne\",\"doi\":\"10.47195/17.49\",\"DOIUrl\":null,\"url\":null,\"abstract\":\"Aunque es quizás la escritora argentina más retratada del siglo XX, no hay fotos de Victoria Ocampo durante el último tramo de su vida. 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摘要

虽然她可能是20世纪最受欢迎的阿根廷作家,但在她生命的最后阶段,没有维多利亚·奥坎波的照片。奥坎波嫉妒欧洲Smart Set时装画家和最杰出的当代摄影师为她提供的无与伦比的年轻和成熟的图像,她系统地拒绝在决赛中被描绘出来。萨拉·法西奥说,在20世纪70年代初,她曾多次要求他允许她拍照,奥坎波断然拒绝,直到最后一天。这位摄影师是她的文学作品的崇拜者,她特别感到遗憾的是,她不同意参加肖像和自画像,这是她与艾丽西亚·达米科于1973年出版的第一本作家书。即使这本书的草稿对他来说应该很有吸引力-照片将在出版之前复制每个受邀作家的签名和自传文本-当时已经80多岁的奥坎波仍然坚定地决心不加入选集。“[……]我不认为我(粗鲁地)告诉她,在这个世界上,她不会让我拍照。“我仍然讨厌让自己拍照,”他写信给萨拉·法西奥,同时幽默地建议她,与其使用她的形象,不如使用一位德国雕塑家、动物专家为她制作的半身像。[1] 为了为这种拒绝道歉,特别是为了让法西奥不认为这是一个任意和间接的决定,只是对他不利,他经常提到他以前拒绝的许多其他知名摄影师的名字。“今天,我讨厌被拍照。我看到一台相机指着我,让我想打。我向你发誓,他们想拍我的照片让我很生气。看看我以前的照片,别这样!”。[2] 这种情况使她非常恼火。他的愤怒是对一项要求的自发回应,这一要求威胁到他从一开始就推动文学生涯的意图和目的。就像她曾祖母的妹妹弗洛伦蒂娜·伊图亚特(Florentina Ituarte)一样,奥坎波长大后把家里的所有镜子都摘下来,她想保留她到一定年龄时的形象。自从大卫·库珀菲尔德的朋友斯特福斯失踪以来,他就知道死亡“最具破坏性的是它在到达之前就开始了,在生命中”。[3] 忠实于传统传记作者的信念,他相信修辞和图形的可能性来召唤它的效果,并确定了以后应该如何记住它。
本文章由计算机程序翻译,如有差异,请以英文原文为准。
Victoria Ocampo
Aunque es quizás la escritora argentina más retratada del siglo XX, no hay fotos de Victoria Ocampo durante el último tramo de su vida. Celosa de las inigualables imágenes de juventud y madurez que le procuraron los pintores de moda del smart set europeo y los más destacados fotógrafos contemporáneos, Ocampo se resistió sistemáticamente a ser retratada en el final. Cuenta Sara Facio que a comienzos de los años setenta le pidió en varias oportunidades que le permitiera tomarle algunas fotos, a lo que Ocampo se negó de un modo categórico e implacable hasta el último día. Admiradora de su obra literaria, la fotógrafa lamentó especialmente que no aceptara participar de Retratos y autorretratos, el primer libro de escritores que publicó, junto a Alicia D’ Amico, en 1973. Aun cuando el proyecto del libro debió resultarle atractivo —las fotos se publicarían precedidas por la reproducción de la firma y de un texto autobiográfico de cada uno de los escritores invitados— Ocampo, que para ese momento superaba ya los ochenta años, se mantuvo inflexible en su resolución de no integrar la antología. “[…] no creo ser [mal educada] al decirle que por nada de este mundo me dejaría fotografiar.” “Persiste mi repugnancia a dejarme fotografiar”, le escribía a Sara Facio, mientras con humor le sugería que, en lugar de su imagen, utilizaran la de un busto que le había hecho un escultor alemán, especialista en animales.[1] Para excusarse de esa negativa y sobre todo para que Facio no creyera que se trataba de una decisión arbitraria y circunstancial, tomada simplemente en su contra, solía mencionarle los nombres de muchos otros fotógrafos muy conocidos a los que se había negado antes. “Hoy detesto que me fotografíen. Veo una cámara apuntándome y me dan ganas de pegar. […] Te juro que me revienta que quieran fotografiarme. Mirá mis fotos anteriores y ¡abstenete!”.[2] La situación la irritaba sobremanera. Su cólera era la respuesta espontánea a un requerimiento que amenazaba resentir las intenciones y propósitos que habían impulsado su carrera literaria desde el comienzo. Como Florentina Ituarte, la hermana de su bisabuela que al envejecer mandó a descolgar todos los espejos de su casa, Ocampo quería preservar la imagen que había tenido hasta determinada edad. Sabía desde la desaparición de Steerforth, el amigo de David Cooperfield, que lo que la muerte tiene de “más devastador es que comienza antes de llegar, en plena vida”.[3] Fiel a la creencia de los autobiógrafos tradicionales, confiaba en las posibilidades retóricas y gráficas de conjurar sus efectos, dejando establecido cómo se la debería recordar en adelante.
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