La ética individual y colectiva para la democratización del conocimiento y la justicia social

El trabajo científico se ha visto debatido a lo largo de su historia. Teorías y paradigmas se han rechazado cuando llega una revolución de ideas nuevas postulando un punto de partida para el pensamiento científico. Los desafíos ahora más tecnológicos que científicos, impactan la realidad biofísica y social global. Detrás de este conglomerado se encuentra a su interior individuos trabajando arduamente intentando dar un paso adelante, inmersos en laberintos de ideas y en sueños que se quisieran, fueran reveladores. En ese campo íntimo de conversación y discusiones internas, es donde ocurre el perfeccionamiento del individuo, allí se debaten las posibilidades de lo que puede llegar a ser una nueva creación, de cómo llevarse a cabo, y de cuáles son las opciones o los caminos para poder dar solución a un cuestionamiento determinado. Es decir, el investigador se encuentra dando lugar y forma a la ciencia y la tecnología, dentro de un lugar que pueda estar al servicio de la sociedad, considerando al conocimiento como un bien común. Aquí los valores en los que se soporta el investigador se convierten en el hilo sutil que teje las bases de una pregunta; son parte de las razones para elegir, además, los soportes particulares teóricos y metodológicos que se observan de forma prospectiva, hacia la utilidad o sentido dentro de un contexto específico.