Ana Merino
{"title":"La sirenita","authors":"Ana Merino","doi":"10.1353/sir.2010.0049","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"En alta mar el agua es azul como los pétalos de la más hermosa centaura, y clara como el cristal más puro; pero es tan profunda, que sería inútil echar el ancla, pues jamás podría ésta alcanzar el fondo. Habría que poner muchos campanarios, unos encima de otros, para que, desde las honduras, llegasen a la superficie. Pero no creáis que el fondo sea todo de arena blanca y helada; en él crecen también árboles y plantas maravillosas, de tallo y hojas tan flexibles, que al menor movimiento del agua se mueven y agitan como dotadas de vida. Toda clase de peces, grandes y chicos, se deslizan por entre las ramas, exactamente como hacen las aves en el aire. En el punto de mayor profundidad se alza el palacio del rey del mar; las paredes son de coral, y las largas ventanas puntiagudas, del ámbar más transparente; y el tejado está hecho de conchas, que se abren y cierran según la corriente del agua. Cada una de estas conchas encierra perlas brillantísimas, la menor de las cuales honraría la corona de una reina. Hacía muchos años que el rey del mar era viudo; su anciana madre cuidaba del gobierno de la casa. Era una mujer muy inteligente, pero muy pagada de su nobleza; por eso llevaba doce ostras en la cola, mientras que los demás nobles sólo estaban autorizados a llevar seis. Por lo demás, era digna de todos los elogios, principalmente por lo bien que cuidaba de sus nietecitas, las princesas del mar. Estas eran seis, y todas bellísimas, aunque la más bella era la menor; tenía la piel clara y delicada como un pétalo de rosa, y los ojos azules como el lago más profundo; como todas sus hermanas, no tenía pies; su cuerpo terminaba en cola de pez. Las princesas se pasaban el día jugando en las inmensas salas del palacio, en cuyas paredes crecían flores. Cuando se abrían los grandes ventanales de ámbar, los peces entraban nadando, como hacen en nuestras tierras las golondrinas cuando les abrimos las ventanas. Y los peces se acercaban a las princesas, comiendo de sus manos y dejándose acariciar. Frente al palacio había un gran jardín, con árboles de color rojo de fuego y azul oscuro; sus frutos brillaban como oro, y las flores parecían llamas, por el constante movimiento de los pecíolos y las hojas. El suelo lo formaba arena finísima, azul como la llama del azufre. De arriba descendía un maravilloso resplandor azul; más que estar en el fondo del mar, se tenía la impresión de estar en las capas altas de la atmósfera, con el cielo por encima y por debajo. Cuando no soplaba viento, se veía el sol; parecía una flor purpúrea, cuyo cáliz irradiaba luz. Cada princesita tenía su propio trocito en el jardín, donde cavaba y plantaba lo que le venía en gana. Una había dado a su porción forma de ballena; otra había preferido que tuviese la de una sirenita. En cambio, la menor hizo la suya circular, como el sol, y todas sus flores eran rojas, como él. Era una chiquilla muy especial, callada y cavilosa, y mientras sus hermanas hacían gran fiesta con los objetos más raros procedentes de los barcos naufragados, ella sólo jugaba con una estatua de mármol, además de las rojas flores semejantes al sol. La estatua representaba un niño hermosísimo, esculpido en un mármol muy blanco y nítido; las olas la habían arrojado al fondo del océano. La princesa plantó junto a la estatua un sauce llorón color de rosa; el árbol creció espléndidamente, y sus ramas colgaban sobre el niño de mármol, proyectando en el arenoso fondo azul su sombra violeta, que se movía a compás de aquéllas; parecía como si las ramas y las raíces jugasen unas con otras y se besasen. Lo que más encantaba a la princesa era oír hablar del mundo de los hombres, de allá arriba; la abuela tenía que contarle todo cuanto sabía de barcos y ciudades, de hombres y animales. Se admiraba sobre todo de que en la tierra las flores tuvieran olor, pues las del fondo del mar no olían a nada; y la sorprendía también que los bosques fuesen verdes, y que los peces que se movían entre los árboles cantasen tan melodiosamente. Se refería a los pajarillos, que la abuela llamaba peces, para que las niñas pudieran entenderla, pues no habían visto nunca aves. Cuando cumpláis quince años -dijo la abuelase os dará permiso para salir de las aguas, sentaros a la luz de la luna en los arrecifes y ver los barcos que pasan; entonces veréis también bosques y ciudades. Al año siguiente, la mayor de las hermanas cumplió los quince años; todas se llevaban un año de diferencia, por lo que la menor debía aguardar todavía cinco, hasta poder salir del fondo del mar y ver cómo","PeriodicalId":164794,"journal":{"name":"Sirena: poesia, arte y critica","volume":"35 1","pages":"0"},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2010-10-23","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"Sirena: poesia, arte y critica","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.1353/sir.2010.0049","RegionNum":0,"RegionCategory":null,"ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"","JCRName":"","Score":null,"Total":0}
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摘要

在公海上,水是蓝色的,像最美丽的半人马座的花瓣,清澈如最纯净的水晶;但是它太深了,抛锚是没有用的,因为它永远达不到海底。我们必须把许多钟楼一个接一个地放在一起,这样,从洪都拉斯,它们就会浮出水面。但不要以为底部全是白色的冰沙。在这里,树木和奇妙的植物生长着,它们的茎和叶是如此灵活,它们在水的最轻微的运动中移动和搅动,就像被赋予了生命一样。各种各样的鱼,无论大小,都在树枝间滑行,就像鸟儿在空中滑行一样。在最深的地方矗立着海王的宫殿;墙壁是珊瑚色的,长而尖的窗户,琥珀色的更透明;屋顶是用贝壳做的,贝壳会随着水流的流动而打开和关闭。每一颗贝壳里都有闪闪发光的珍珠,其中最小的一颗可以作为女王的王冠。海之王是个鳏夫,已经很多年了;他年迈的母亲负责管理房子。她是一个非常聪明的女人,但从她的高贵中获得了很高的报酬;因此,他的尾巴上有12只牡蛎,而其他贵族只能带6只。至于其他方面,她值得称赞,主要是因为她很好地照顾了她的孙女们,海上的公主们。她们有六个,都很漂亮,虽然最漂亮的是最小的。他的皮肤清澈细腻,像玫瑰花瓣,蓝色的眼睛像最深的湖。像她所有的姐妹一样,她没有脚;它的身体末端是鱼尾。公主们一整天都在宫殿的大房间里玩耍,房间的墙壁上长满了鲜花。当琥珀色的大窗户打开时,鱼会游进来,就像我们国家的燕子打开窗户时一样。“我的孩子,”她说,“我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子。”宫殿前面有一个大花园,有火红和深蓝色的树木;它的果实像金子一样闪闪发光,花朵像火焰一样,因为叶柄和叶子不断地移动。地面是细沙,蓝色得像硫磺的火焰。从上面传来一种奇妙的蓝色光芒;它不是在海底,而是在大气的上层,天空在上面,天空在下面。没有风的时候,可以看见太阳;它看起来像一朵紫色的花,花萼散发着光芒。每个公主在花园里都有自己的小花园,她在那里挖和种植她想要的东西。一个人把他的部分做成了鲸鱼的形状;另一个人更喜欢一个小美人鱼。“我的孩子,”他说,“我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子,我的孩子。”是一个非常特别的小女孩,安静和cavilosa,同时其姐妹大聚会最稀有的物体来自船只残骸,她只是在玩一个大理石雕像,除了红色的花朵类似。太阳是一个孩子难以置信,铭刻在大理石雕像和白色很好;海浪把她扔进了海底。公主在雕像旁边种了一棵哭泣的粉红色柳树;这棵树长得很漂亮,树枝挂在大理石的孩子身上,在蓝色的沙质背景上投下了紫色的阴影,阴影随着它的节奏移动着。树枝和树根似乎在互相玩耍和亲吻。公主最喜欢的是听到上面的男人的世界。奶奶不得不告诉他她所知道的关于船、城市、人和动物的一切。他特别希奇地上的花有气味,因为海底的花没有气味。她也很惊讶,森林是绿色的,鱼在树林中移动,歌唱得如此悦耳。她说的是小鸟,奶奶叫它们鱼,这样姑娘们就能听懂她的话,因为她们从来没有见过鸟。“当你十五岁的时候,”奶奶说,“你可以离开水面,坐在月光下的暗礁上,看着过往的船只。”然后你会看到森林和城市。第二年,姐姐大了十五岁。所有的人都相隔了一年,所以最小的一个人又要等五年,才能从海底出来,看看会发生什么。
本文章由计算机程序翻译,如有差异,请以英文原文为准。
La sirenita
En alta mar el agua es azul como los pétalos de la más hermosa centaura, y clara como el cristal más puro; pero es tan profunda, que sería inútil echar el ancla, pues jamás podría ésta alcanzar el fondo. Habría que poner muchos campanarios, unos encima de otros, para que, desde las honduras, llegasen a la superficie. Pero no creáis que el fondo sea todo de arena blanca y helada; en él crecen también árboles y plantas maravillosas, de tallo y hojas tan flexibles, que al menor movimiento del agua se mueven y agitan como dotadas de vida. Toda clase de peces, grandes y chicos, se deslizan por entre las ramas, exactamente como hacen las aves en el aire. En el punto de mayor profundidad se alza el palacio del rey del mar; las paredes son de coral, y las largas ventanas puntiagudas, del ámbar más transparente; y el tejado está hecho de conchas, que se abren y cierran según la corriente del agua. Cada una de estas conchas encierra perlas brillantísimas, la menor de las cuales honraría la corona de una reina. Hacía muchos años que el rey del mar era viudo; su anciana madre cuidaba del gobierno de la casa. Era una mujer muy inteligente, pero muy pagada de su nobleza; por eso llevaba doce ostras en la cola, mientras que los demás nobles sólo estaban autorizados a llevar seis. Por lo demás, era digna de todos los elogios, principalmente por lo bien que cuidaba de sus nietecitas, las princesas del mar. Estas eran seis, y todas bellísimas, aunque la más bella era la menor; tenía la piel clara y delicada como un pétalo de rosa, y los ojos azules como el lago más profundo; como todas sus hermanas, no tenía pies; su cuerpo terminaba en cola de pez. Las princesas se pasaban el día jugando en las inmensas salas del palacio, en cuyas paredes crecían flores. Cuando se abrían los grandes ventanales de ámbar, los peces entraban nadando, como hacen en nuestras tierras las golondrinas cuando les abrimos las ventanas. Y los peces se acercaban a las princesas, comiendo de sus manos y dejándose acariciar. Frente al palacio había un gran jardín, con árboles de color rojo de fuego y azul oscuro; sus frutos brillaban como oro, y las flores parecían llamas, por el constante movimiento de los pecíolos y las hojas. El suelo lo formaba arena finísima, azul como la llama del azufre. De arriba descendía un maravilloso resplandor azul; más que estar en el fondo del mar, se tenía la impresión de estar en las capas altas de la atmósfera, con el cielo por encima y por debajo. Cuando no soplaba viento, se veía el sol; parecía una flor purpúrea, cuyo cáliz irradiaba luz. Cada princesita tenía su propio trocito en el jardín, donde cavaba y plantaba lo que le venía en gana. Una había dado a su porción forma de ballena; otra había preferido que tuviese la de una sirenita. En cambio, la menor hizo la suya circular, como el sol, y todas sus flores eran rojas, como él. Era una chiquilla muy especial, callada y cavilosa, y mientras sus hermanas hacían gran fiesta con los objetos más raros procedentes de los barcos naufragados, ella sólo jugaba con una estatua de mármol, además de las rojas flores semejantes al sol. La estatua representaba un niño hermosísimo, esculpido en un mármol muy blanco y nítido; las olas la habían arrojado al fondo del océano. La princesa plantó junto a la estatua un sauce llorón color de rosa; el árbol creció espléndidamente, y sus ramas colgaban sobre el niño de mármol, proyectando en el arenoso fondo azul su sombra violeta, que se movía a compás de aquéllas; parecía como si las ramas y las raíces jugasen unas con otras y se besasen. Lo que más encantaba a la princesa era oír hablar del mundo de los hombres, de allá arriba; la abuela tenía que contarle todo cuanto sabía de barcos y ciudades, de hombres y animales. Se admiraba sobre todo de que en la tierra las flores tuvieran olor, pues las del fondo del mar no olían a nada; y la sorprendía también que los bosques fuesen verdes, y que los peces que se movían entre los árboles cantasen tan melodiosamente. Se refería a los pajarillos, que la abuela llamaba peces, para que las niñas pudieran entenderla, pues no habían visto nunca aves. Cuando cumpláis quince años -dijo la abuelase os dará permiso para salir de las aguas, sentaros a la luz de la luna en los arrecifes y ver los barcos que pasan; entonces veréis también bosques y ciudades. Al año siguiente, la mayor de las hermanas cumplió los quince años; todas se llevaban un año de diferencia, por lo que la menor debía aguardar todavía cinco, hasta poder salir del fondo del mar y ver cómo
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