Los kentukis, esas criaturas posthumanas

Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es una escritora inquietante que se adentra en sus textos en los terrenos de lo conocido y lo desconocido para desvelar lo que hay en ellos de amenazante. Es una de las escritoras más reconocidas de su generación, y se incluye dentro de lo que se ha llamado la “nueva narrativa argentina” o, para emplear la denominación acuñada por Elsa Drucaroff, hace parte del corpus de la “narrativa de las generaciones de postdictadura”, junto a autores como Mariana Enríquez, Selva Almada, Martín Kohan o Gabriela Cabezón Cámara. Se trata de autores que han nacido a partir de la década de los sesenta, que empiezan a publicar a partir de los noventa y que están conectados, entre otros aspectos, por el trauma social de “un pasado negado y doloroso” (Drucaroff 17). Además de la coyuntura histórica en la que empiezan a publicar, estos autores compartirían, según Drucaroff, rasgos como la entonación, marcada por un distanciamiento irónico, y la recurrencia de ciertos procedimientos y “manchas temáticas” (expresión que retoma de David Viñas) (21). Schweblin haría parte, también, de una generación de autoras que han tenido un importante protagonismo en el panorama literario argentino —y, por extensión, hispanoamericano— de las primeras dos décadas del siglo XXI. Más allá del vínculo de género, estas escritoras estarían relacionadas por importantes aspectos como, por ejemplo, la problematización de la identidad y de los límites corporales. Como señala Ana Gallego Cuiñas,