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Abstract
Los reinos bárbaros que iniciaron sus incursiones en el Imperio Romano dieron también pie a que la Edad Antigua fuera palideciendo. El ocaso de los grandes Imperios iba cayendo con el advenimiento de unos nuevos que empezaban a florecer a la sombra de uno de los más grandes Imperios que ha existido: el romano. Las invasiones por parte de los reinos bárbaros –mal llamados asídarían la pauta para la desaparición del Imperio de Occidente; pero también el cristianismo estaba ya pujante, acelerado, y claro ya sin freno, dos factores que contribuyeron y forjaron en buena medida el nuevo período histórico: el feudalismo. El Imperio –viejo en nombre, nuevo en instituciones, en medios y demásenfrentaría las nuevas vicisitudes con una singular forma. El Imperio enfrentó batallas en contra de las tribus bárbaras procedentes de norte de Europa y, por el oriente, en contra del Imperio Persa sasánida. De los primeros se tienen ataques esporádicos pero constantes, sus incursiones son, más que invasiones, pequeñas migraciones. Sucedió lo contrario con los segundos, con quienes siempre hubo confrontaciones directas y con afanes conquistadores y expansionistas. A la postre, las invasiones del norte de Europa, aunado con la división del Imperio en Oriente y Occidente, darían malos resultados para Occidente, donde los bárbaros y posteriormente los musulmanes asentarían sus reales. Después de las invasiones bárbaras y de su paulatina romanización, el siguiente peligro lo representaría otro Imperio que surgió, creció, se desarrolló y fortaleció en un período relativamente corto y sin antecedentes directos: el Islam, quienes en un período de menos de dos siglos lograron destruir al Imperio sasánida y poner en serio peligro la subsistencia del Romano. De tal manera fue el abrupto surgimiento de esa fuerza demoledora que fue el Islam, el Imperio romano de Occidente se vio invadido por aquéllos y Oriente resistiría hasta la invasión Otomana. Pero estos dos Imperios se vieron impedidos para seguir su expansión por las querellas internas y las sucesiones dinásticas, que muchas veces, si no la mayoría, concluían con guerras civiles.