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Abstract
El artículo explora cómo la migración y las recientes llegadas de miles de refugiados en Europa han provocado una gran crisis política dentro de los miembros de la Unión, en un momento de crisis económica e insurgencia populista. Las dificultades para producir una política europea común frente a la migración son el resultado de la misma construcción de la UE (Tratado de Schengen), que se basa en dos pilares: libre circulación dentro del espacio de la UE y control estricto de la frontera exterior (especialmente en el Sur Mediterráneo), limitando la migración non-EU (Fortress Europe). Este enfoque ha penalizado a los países del sur de Europa, ubicados geográficamente en la frontera, obligados por la legislación europea a recibir a la mayoría de los solicitantes de asilo. Los intentos de organizar una redistribución han fracasado. La única respuesta que la UE ha podido ofrecer a la crisis migratoria ha sido la "externalización de la migración", pagando a los países fronterizos no pertenecientes a la UE (Turquía, Marruecos, Libia) para detener los flujos. La crisis europea frente a la migración y la cuestión de los refugiados se ha visto impulsada por la "insurgencia populista", el fenómeno global de la revuelta contra los partidos políticos establecidos y las élites en general, combinado con el aumento de los sentimientos nacionalistas. Sin embargo, el aumento del populismo es el resultado del abandono de las clases desfavorecidas (los perdedores de la globalización) por los partidos tradicionales de izquierda. Solo una nueva propuesta política que ponga en su centro los derechos sociales que han sido robados a las clases más bajas de Europa durante la crisis, puede construir un enfoque de solidaridad con los migrantes y los refugiados, compartido por toda la sociedad.