{"title":"Tag-Sale","authors":"N. Glickman","doi":"10.1353/rmr.1987.0070","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"Hay que seguir un cierto orden; de arriba para abajo, como cuando se plumerea; de izquierda a derecha, como cuando se escribe. Compulsiones, no más; puras compulsiones absurdas. Las botas en la fila trasera, sandalias y zapatos chatos en la del medio, los de taco adelante; vestidos elegantes en el closet angosto; ropa sport en conjuntos en el ropero más amplio. Años de limpieza metódica habían hecho de Luisa una experta en rincones donde se acumulaban telarañas, en agujeritos donde se estancaba la mugre de las baldosas, en dobladillos deshilachados de las cortinas de gasa — que habría que cambiar en alguna oportunidad. Luisa se concentraba en pilas de papeles — recortes de diarios, cartas, anuncios — y tiraba con inmenso alivio, llenando dos, tres, y hasta cuatro bolsas de supermercado; pero cada vez rescataba más papeles del cesto, aun cuando sabía que ya no los volvería a mirar. De cuando en cuando regalaba ropa pasada de moda, aunque también se aferraba a algunas prendas, porque estaba convencida que nadie apreciaría su valor real. — Este es un país de descartables, empezando por la juventud que decae en cuanto madura; envejece de pronto y se vuelve redundante . . . Y para qué tantos preparativos . . . Todo para el gran \"tag sale\". Luisa nunca había oído esa palabra en castellano, ni se había preocupado por encontrar la equivalente en su idioma. Luego de treinta años en los Estados Unidos incorporaba palabras americanas en su vocabulario, consciente de lo que hacía, pero indiferente, asumiendo que el hispanista \"impuro\" justificaría sus razones y que el \"puro\" nunca se contentaría con traducciones como \"subasta\", \"liquidación\", \"venta\", \"remate\", \"saldos\", ya que el \"tag-sale\" era una actividad peculiarmente americana: se abría la casa al escrutinio del público y todo lo que había dentro era puesto en venta (\"sale\") e identificado mediante etiquetas (\"tag\") que marcaban el precio. Todo; desde alfileres a heladeras, hasta que la casa quedaba desmatelada. De modo que Luisa hablaba del \"tag-sale\", pronunciándolo en español como \"tag-sale\" y no \"tag-seil\", a imitación de los gringos que se jactan de hablar bien el español, pero que de cuando en cuando salen con expresiones ridiculas como \"yogar\": \"jog\" en inglés, por decir \"correr\", \"plumbero\": \"plumber\", por \"plomero\", o \"foceta\": \"faucet\", por \"canilla\", El tal \"tag-sale\" (tac y sale) tenía que ver con lo que sale de la casa cuando el dueño decide deshacerse de sus posesiones. Y la idea de Luisa consistía en dejar todo prolijamente arreglado para el \"tag-sale\" que tendría lugar después de su muerte. Obviamente, la idea era mórbida. El hecho era que nadie le había diagnosticado una enfermedad fatal, y que nadie la tenía amenazada de muerte; pero al mismo tiempo era evidente que la gente alrededor suyo caía","PeriodicalId":326714,"journal":{"name":"Rocky Mountain Review of Language and Literature","volume":"41 1","pages":"0"},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2016-01-06","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"Rocky Mountain Review of Language and Literature","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.1353/rmr.1987.0070","RegionNum":0,"RegionCategory":null,"ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"","JCRName":"","Score":null,"Total":0}
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Abstract
Hay que seguir un cierto orden; de arriba para abajo, como cuando se plumerea; de izquierda a derecha, como cuando se escribe. Compulsiones, no más; puras compulsiones absurdas. Las botas en la fila trasera, sandalias y zapatos chatos en la del medio, los de taco adelante; vestidos elegantes en el closet angosto; ropa sport en conjuntos en el ropero más amplio. Años de limpieza metódica habían hecho de Luisa una experta en rincones donde se acumulaban telarañas, en agujeritos donde se estancaba la mugre de las baldosas, en dobladillos deshilachados de las cortinas de gasa — que habría que cambiar en alguna oportunidad. Luisa se concentraba en pilas de papeles — recortes de diarios, cartas, anuncios — y tiraba con inmenso alivio, llenando dos, tres, y hasta cuatro bolsas de supermercado; pero cada vez rescataba más papeles del cesto, aun cuando sabía que ya no los volvería a mirar. De cuando en cuando regalaba ropa pasada de moda, aunque también se aferraba a algunas prendas, porque estaba convencida que nadie apreciaría su valor real. — Este es un país de descartables, empezando por la juventud que decae en cuanto madura; envejece de pronto y se vuelve redundante . . . Y para qué tantos preparativos . . . Todo para el gran "tag sale". Luisa nunca había oído esa palabra en castellano, ni se había preocupado por encontrar la equivalente en su idioma. Luego de treinta años en los Estados Unidos incorporaba palabras americanas en su vocabulario, consciente de lo que hacía, pero indiferente, asumiendo que el hispanista "impuro" justificaría sus razones y que el "puro" nunca se contentaría con traducciones como "subasta", "liquidación", "venta", "remate", "saldos", ya que el "tag-sale" era una actividad peculiarmente americana: se abría la casa al escrutinio del público y todo lo que había dentro era puesto en venta ("sale") e identificado mediante etiquetas ("tag") que marcaban el precio. Todo; desde alfileres a heladeras, hasta que la casa quedaba desmatelada. De modo que Luisa hablaba del "tag-sale", pronunciándolo en español como "tag-sale" y no "tag-seil", a imitación de los gringos que se jactan de hablar bien el español, pero que de cuando en cuando salen con expresiones ridiculas como "yogar": "jog" en inglés, por decir "correr", "plumbero": "plumber", por "plomero", o "foceta": "faucet", por "canilla", El tal "tag-sale" (tac y sale) tenía que ver con lo que sale de la casa cuando el dueño decide deshacerse de sus posesiones. Y la idea de Luisa consistía en dejar todo prolijamente arreglado para el "tag-sale" que tendría lugar después de su muerte. Obviamente, la idea era mórbida. El hecho era que nadie le había diagnosticado una enfermedad fatal, y que nadie la tenía amenazada de muerte; pero al mismo tiempo era evidente que la gente alrededor suyo caía