Carlos Enrique Álvarez Calderón, Paola Barón Sastoque, Vivian Monroy Velásquez
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Abstract
El poder podría llegar a ser considerado como una fusión de la interacción entre factores materiales (geografía, demografía y economía), y la estructura y capacidad administrativa de un Estado (su capacidad de dirigir a un pueblo y aprovechar los recursos existentes). El primer grupo definiría el poder potencial de un Estado, mientras que el segundo cuánto podría ser aprovechado; su correlación convertiría el poder material desde una fase cruda a una terminada (desde los recursos a las fuerzas). Un país pobre podría continuar siendo un gran poder en razón a que sus fuerzas militares o productivas podrían ser numerosas, su posición geopolítica favorable, sus instituciones estables y sus estadistas capaces. En contraste, un país rico podría no llegar a transformar su riqueza en poder, por lo que influiría menos en los asuntos mundiales de lo que lo que su potencial le dictase. En efecto, los Estados ricos rara vez aprovecharían sistemáticamente sus recursos con fines estratégicos, lo que reforzaría la posición de cualquiera, rico o no, que si estuviese dispuesto a hacerlo; ya que, en el poder, la voluntad superaría a la riqueza. Por lo general, las instituciones serían la principal generadora del poder, ya que convertirían los recursos primarios en una fuerza refinada; una tarea difícil, dominada por la superioridad marginal, ya que como se evidenciaría durante la mayor parte de la historia, un Estado capaz de saltar desde el 1% de su potencial poder al 2%, podría llegar a duplicar, por ejemplo, su capacidad militar. Sin embargo, la ventaja proporcionada por las instituciones se atenuaría desde 18 70 4