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Abstract
Un fantasma recorre el pensamiento político de la izquierda, el fantasma de la soberanía. Sobre su validez se construye un debate central en torno a la idea de pueblo, patria, democracia y satisfacción de derechos. Y su abordaje refleja una pareja contrapuesta de problemas.El más elemental, y de calado teórico, refleja la crisis de los "grandes relatos" y, por extensión, de legitimación fuerte del modelo político representativo. Está crisis, característicamente postmoderna, supone la erosión de los fundamentos del sujeto político moderno. Y el desafío del mismo desde propuestas pluralistas que, como hace Negri, ofrece una impugnación general y teóricamente consistente de los presupuestos del Estado Moderno. La subjetividad de la multitud, si acaso esto no es un contrasentido, se despliega en paralelo al modelo moderno de soberanía e inaugura un régimen político de construcción colectiva y administración del conflicto completamente ajeno a la unidireccionalidad del poder soberano.Esta posición, sin embargo, no agota la vitalidad del problema contemporáneo en torno a la soberanía. De hecho, desde un eje diferente radicalmente diferente y, tal vez, más práctico y orientado a materialidad de la política, la soberanía se viene problematizando como la única clave para dotar de contenido al proceso de reivindicación y ampliación de derechos dentro del marco nacional en un contexto institucional claramente postnacional. Según los defensores del modelo "soberanista" no sería tanto la modernidad, como abstracción fundamental, lo que se habría quebrado, sino el único marco posible de reivindicación y satisfacción de derechos. A ojos de Fusaro, por señalar a su portavoz más abiertamente polémico, solo dentro de las fronteras nacionales y desde la subjetividad hegemónica tiene sentido la reivindicación democrática (poniendo en cuestión la validez política de la diversidad y del cosmopolitismo).El contraste entre ambos marcos es doblemente instructivo: en primer lugar, porque sirve para tomar el pulso de la actualidad de pensamiento que se sigue reclamando dentro de la tradición marxista. En segundo lugar, porque ilustra un escenario práctico para la izquierda política que funciona en direcciones contrapuestas.En esta ponencia nos proponemos estimular ese contraste, señalar sus horizontes (sobre todo los que se diluyen en el ruido de un debate) y poner a prueba la validez teórico-práctica, esto es, la potencia emancipadora, de ambas aproximaciones.