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Abstract
Las diferentes disciplinas, partiendo de presupuestos diversos, enfocan su atención en una gran variedad de estratos del tiempo. En relación con la arquitectura, se puede considerar el tiempo a partir de significados distintos y la manera en que lo vinculamos a los espacios. Habitualmente hablamos del tiempo físico, es el tiempo astronómico, matemático y cuantitativo. Pero también existe el tiempo ontológico, psíquico y vivido. El tiempo emocional es eminentemente subjetivo, variable, inestable y cualitativo, y podemos definir el tiempo mental como abstracto e intelectual.
La Casa es un instrumento fundamental para vivir. Debe proporcionarnos refugio y seguridad, alojar nuestra memoria y permitir nuestros sueños; debe ser flexible para dar cabida a diversas funciones improvisadas, posibilitar nuestra privacidad y convivencia feliz con los que habitamos; debe mantenernos atentos ante los cambios sutiles de nuestro entorno; en definitiva, debe contener distintas capas y manifestaciones de tiempo.
La situación vivida durante la pandemia puede sugerir nuevas formas de espacio vital, diferentes a las que estábamos acostumbrados. Todos hemos experimentado cómo ha cambiado nuestra percepción del tiempo en esta etapa, y cómo la casa se ha ido adaptando, por necesidad, para reunir funciones que habitualmente se realizaban fuera de ella. El espacio es la materia prima para crear una experiencia arquitectónica, y si agregamos el tiempo como dimensión extra, el espacio se vuelve dinámico. Conceptos como cambio, crecimiento, evolución, adaptabilidad, memoria e interacción, deben entrar en juego en nuestros proyectos. La reflexión sobre el tiempo y sus diferentes significados a través de varios ejemplos del mundo del arte, la arquitectura y el diseño, puede ayudarnos a crear espacios domésticos más amables, dinámicos y flexibles, para adaptarse fácilmente a las nuevas circunstancias.