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Abstract
Sonámbulo, atraído en sueños por la luna, tejiendo ensimismado la corona de su gloria, “posteridad ilusa de sí mismo” (Kleist, 1988: 214), el príncipe de Homburgo sueña su gloriosa coronación ante el precipicio de la batalla inminente, en la escena inicial de la obra homónima de Heinrich von Kleist. En una doble puesta en abismo, la primera escena del drama contrapone el plano de los preparativos militares apremiantes, ante la batalla de Fehrbellin, plano de lo real dentro de la representación, frente al plano onírico del plácido sueño principesco, en donde se escenifica el doble honor futuro (la anhelada victoria, en la guerra y en el amor). Según Edward Keppel Bennet, Kleist es profundamente consciente del “dualismo inherente al universo”, una observación esencialista a la que debemos agregar, a fin de validarla, la idea de que más que un aspecto inherente de su ser, en realidad, el universo caracterizado por la dualidad está anclado en un tiempo-espacio específicos o determinados: se trata del universo cuyo centro es Brandemburgo, el corazón del Prusianismo. La dualidad asume varias formas encadenadas en el drama, tales como la mencionada ensoñación de gloria y amor, en el inminente escenario militar, o el idilio amoroso, en el medio del luto del campo de batalla. Pero el aspecto que vertebra la obra de Kleist es la contraposición entre ley marcial y lo que podríamos denominar la “ley del corazón”, es decir, la contraposición entre la formalidad vacía de la orden dada, en el derecho militar, como sostén del orden estatal prusiano, frente a la acción subjetiva guiada por el corazón, en pos del cumplimiento y la realización del individuo, simbolizados, en este caso, por el sueño heroico de Homburgo. 148