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Abstract
El urnario municipal número 2 fue proyectado durante el año 1959, en las oficinas municipales, por Nelson Bayardo y José Pedro Tizze para albergar urnas funerarias. La arriesgada y potente estructura de hormigón armado expuesto se construyó entre 1960 y 1961 en el Cementerio del Norte. El edificio se instaló cercano a un lago natural formado por una vertiente del arroyo Miguelete, aislado en el paisaje pintoresco que resultó de la expansión del parque, trazado por Luis Crespi a comienzos de los años 50. Apenas concluida la obra, el escultor Edwin Studer realizó el gran mural que cubre toda la superficie del muro orientado al norte, en el patio interno.
Los valores que la obra detenta fueron presentados en diversas publicaciones locales y extranjeras. En este artículo se exploran las argumentaciones realizadas sobre el edificio publicadas en medios de prensa, libros y revistas. Se han considerado aquellos textos y notas que aportan puntos de vista significativos, ofrecen interpretaciones y que utilizan imágenes para apoyar los argumentos.
La intención es revisar aquellos relatos que lograron instalar este edificio como una pieza insoslayable, en primer lugar, para comprender la arquitectura realizada en Uruguay. Ubicado junto a las obras de ladrillo de Eladio Dieste y Mario Payssé Reyes, el urnario completa la trilogía canónica local ofreciéndose como contrapunto por su material. Los escritos cumplieron una tarea aún más importante, reconocer la obra como un ejemplo clave de la llamada red brutalista de América Latina. El análisis historiográfico cumple una tercera función, establecer un punto de partida para nuevos estudios.