SOBRE LA CRÍTICA LITERARIA EN COLOMBIA

Hacia mediados del siglo XX, Baldomero Sanín Cano hizo un pronóstico inquietante: en Colombia no existía crítica literaria. En breves explicaciones, el ensayista ponía en su sitio las pretensiones de muchos escritores de diversa índole. Todos ellos sospechaban –en realidad, algunos estaban convencidos de ello– que eran críticos literarios en un país cuya literatura apenas alcanzaba los honores de ser menor. Sanín Cano constataba, en el artículo “El ocaso de la crítica”, y apoyándose en lo que sucedió en la Francia y la Inglaterra decimonónicas, que una portentosa crítica literaria no tiene por qué surgir al lado de una portentosa narrativa o de una portentosa poesía. La crítica, concluía, se presenta por lo general años después y en pequeñas cantidades. Es posible que esto sea cierto. Sin embargo, en el caso de la historia literaria colombiana habría que plantearse la cuestión de otro modo: ¿cómo puede haber crítica literaria, digamos sólida y madura, en un país dueño de una literatura que raras veces alcanza los niveles de la excelencia? Y más todavía: ¿cómo puede desarrollarse favorablemente este tipo de crítica en un medio social que ha sido siempre reacio o indiferente a la práctica de la lectura?